Bombonas de oxígeno, generadores, suministros médicos y cientos de purificadores de agua y de objetos alimentados por energía solar. La lista de artículos esenciales a los que las autoridades israelíes han negado el acceso a Gaza argumentando razones de seguridad desde el inicio de su ofensiva militar en la Franja es larga. E ilustra las severas restricciones y las dificultades a las que se enfrentan las agencias de ayuda humanitaria para hacer llegar suministros vitales a una población atrapada y en condiciones cada vez más desesperadas.
Tras más de cuatro meses desde el comienzo de la invasión terrestre israelí, la ayuda sigue llegando a Gaza en cantidades muy inferiores a las necesarias. La principal razón, según describen a EL PAÍS agencias y ONG humanitarias, organizaciones de derechos humanos y funcionarios que han visitado la frontera, es que las operaciones de envío de suministros continúan chocando con un proceso muy restringido, lento y confuso impuesto por Israel. Este incluye trabas burocráticas, límites a los puntos de entrada, inspecciones extenuantes, un criterio arbitrario e inconsistente sobre qué artículos pueden pasar y la falta de garantías y condiciones para su distribución una vez dentro del enclave palestino.
“La ayuda humanitaria [se utiliza] como un arma de guerra: no solo se ha destruido la infraestructura [de Gaza] necesaria para la vida, sino que la obstaculización de la ayuda es un elemento más de esta guerra por parte del ejército de Israel”, afirma la eurodiputada española Soraya Rodríguez, quien visitó la frontera entre Egipto y Gaza en diciembre con otros legisladores europeos para seguir las operaciones de envío de ayuda humanitaria.
El 75% de la población de Gaza, unos 1,7 millones de personas, se encuentra desplazada por los ataques y las sucesivas órdenes de reubicación del ejército israelí. La mayoría se halla hacinada en Rafah, en el extremo sur de la Franja, en la frontera con Egipto, en medio de una grave crisis humanitaria. Hay una aguda escasez de refugio, agua, comida y medicina. Se cierne el riesgo de hambruna. Y la infraestructura crítica ha sido destruida.
A pesar de las inmensas necesidades de su población, Israel solo permite que llegue ayuda a Gaza a través de dos pasos fronterizos: Rafah, que conecta con Egipto y es la vía principal, y Kerem Shalom, que enlaza con Israel. La ayuda empezó a fluir por Rafah a finales de octubre, después de dos semanas de bloqueo israelí total. Y en diciembre Israel reabrió parcialmente Kerem Shalom —Karem Abu Salem, en árabe— tras fuertes presiones diplomáticas.
Antes de acceder a Gaza, sin embargo, la carga de los camiones humanitarios tiene que ser inspeccionada en Israel. Esto obliga a los convoyes que entran por Rafah a tener que desviarse unos 40 kilómetros hacia el sur, hasta un puesto fronterizo entre Egipto e Israel, que, junto con el de Kerem Shalom, es el único punto donde se realizan los controles. Además, si las autoridades israelíes rechazan un solo artículo, el camión deberá volver a Egipto, dejar toda la carga, volver a empaquetar y repetir el proceso, afirma Tamara Alrifai, una portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, UNRWA. La mayoría de días hay drones sobrevolando la zona. “Cada retraso significa que estamos demorando ayuda vital”, lamenta Ahmed Bayram, asesor del Consejo Noruego para los Refugiados.
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Bienes de uso civil y militar
La política israelí de inspección de camiones precede la ofensiva militar en curso, y tiene por blanco artículos que definen de doble uso, es decir, bienes civiles que podrían usarse con fines militares. Un portavoz de la unidad del Ministerio de Defensa israelí encargada de coordinar los asuntos civiles en los territorios palestinos ocupados, COGAT, asegura a este diario que Israel no limita la ayuda a Gaza que incluya comida, agua, medicamentos, equipos médicos y suministros para refugios. También afirma que no ha habido cambios en la política de bienes de doble uso, definida en una ley de 2007, desde el inicio de la campaña militar. “Tenemos que asegurar que todos los convoyes de ayuda humanitaria que entren en Gaza lo hagan con ayuda humanitaria, no con ayuda militar”, justifica Kobi Michael, exjefe de la sección palestina del Ministerio israelí de Asuntos Estratégicos.
Los grupos de derechos humanos, no obstante, apuntan que el criterio israelí de doble uso es muy amplio y excede los estándares internacionales. Y no existe ninguna lista detallada de estos supuestos artículos en la que las agencias humanitarias puedan basarse, lo que deja mucho margen a la arbitrariedad, sobre todo en contextos de crisis como el actual. “No hay mucha transparencia, incluso menos que antes, así que no sabemos exactamente cuál es la política de Israel en estos momentos”, nota Tania Hary, directora de Gisha, una organización israelí de defensa del derecho de circulación en los territorios ocupados.
Entre los bienes que se han llegado a bloquear figuran purificadores de agua, suministros médicos, artículos alimentados con energía solar y bombas de oxígeno, según una lista de diciembre de la Media Luna Roja egipcia consultada por EL PAÍS. Otros medios han señalado sacos de dormir, mangueras antiincendios, bebidas en polvo, linternas, camillas y orinales. “Son muchas cosas”, constata Alrifai de la UNRWA, el principal actor humanitario en Gaza.
Otro obstáculo que impide aumentar el envío de ayuda a Gaza es que Rafah no es un paso de mercancías y no está habilitado para una gran operación humanitaria. El paso de Kerem Shalom era la principal vía de entrada de ayuda y mercancías comerciales antes de octubre. Pero las autoridades israelíes lo cierran la mitad del viernes y el sábado, y dos o tres veces por semana lo destinan a otros fines, como devolver a prisioneros y en una ocasión a retornar cadáveres, afirma Alrifai. El cruce se ha visto bloqueado repetidamente por protestas israelíes toleradas por las autoridades. “Aunque se dice que oficialmente Kerem Shalom está abierto para camiones humanitarios, en realidad no lo podemos usar cada día, y seguimos dependiendo casi del todo de Rafah”, denuncia Alrifai.
Desde la reapertura de Kerem Shalom, la media diaria de camiones humanitarios que entran a Gaza, incluido por Rafah, no ha superado los 156 ninguna semana, y el número máximo que ha llegado a cruzar en siete días han sido menos de 1.100, según el recuento de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Antes de la ofensiva militar en la Franja entraban cada día laborable una media de 500 camiones.
Sin garantías en el interior
Ralentizando aún más el proceso, los camiones que entran en Gaza a través de Rafah descargan su cargamento en la terminal palestina del paso y la ayuda se carga en otros camiones ya dentro de la Franja. A partir de aquí comienza el desafío de distribuir los suministros humanitarios dentro del enclave, cuyas infraestructuras críticas —incluidas carreteras y comunicaciones— han sido devastadas, y donde los convoyes no se pueden mover libremente, sino que dependen de la coordinación y aprobación del ejército israelí.
Desde principios de año y hasta mitad de febrero, las autoridades israelíes facilitaron total o parcialmente menos del 20% de las 77 misiones humanitarias al norte de Gaza, siendo las de apoyo a hospitales y a instalaciones de servicios de agua, higiene y saneamiento algunas de las más denegadas, según la OCHA. En el caso de las misiones que requerían coordinación en el sur de la Franja, se facilitó el 58%. La OCHA también señala que Israel no ha aceptado ninguna solicitud para abrir de forma anticipada puestos de control militar dentro de Gaza para agilizar la distribución de ayuda. Y ha denunciado un aumento de la interferencia programática de los convoyes, en ocasiones forzando su cancelación.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU suspendió asimismo este lunes las entregas de ayuda alimentaria vital al norte de Gaza por el caos y la violencia con los que han topado sus últimos convoyes debido al colapso del orden civil en la Franja. Las fuerzas israelíes también han abierto fuego contra convoyes humanitarios de la ONU y contra civiles congregados para recibir suministros, según las organizaciones de derechos humanos.
Ahora, los planes de Israel de extender su invasión terrestre a Rafah amenazan con acabar incluso con la limitada acción humanitaria que existe. Las operaciones corren también el riesgo de colapsar si la UNRWA tiene que interrumpir su actividad en Gaza por falta de fondos, después de que múltiples donantes occidentales recortaran su financiación a raíz de la acusación israelí —hasta ahora carente de pruebas públicas— de que unos 40 de los 13.000 trabajadores de la agencia en Gaza participaron del ataque a Israel en octubre.
El fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan, ha advertido que impedir el envío de ayuda humanitaria puede constituir un delito. Y ha subrayado que Israel debe garantizar que los gazatíes reciben alimentos, agua y suministros médicos.
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